En estos, nuestros tiempos, el tema trascendente en el mundo de la valuación, es la profesionalización del valuador. Autoridades y colegios han trabajo de la mano en este sentido, lo que nos ha llevado a nuevos escenarios. Uno de ellos, es la concep-tualización de la valuación. Es importante, que de la misma manera que ponemos énfasis en el perito valuador, también lo pongamos en la búsqueda de la esencia de la valuación, así como Weber lo hizo con el capitalismo en su legen¬daria obra La ética protestante y el espíritu del capitalismo.
El tema que debemos analizar, o mejor dicho, comenzar a analizar, es saber si la valuación sigue siendo una técnica como lo fue en sus inicios, o si como resultado de su especialización y profesionalización, empieza a pisar los umbrales de las ciencias. Parafraseando a Fermat y su famoso teorema, diré que respecto a por qué es importante saber si la valuación sigue siendo una técnica o ya debe ser considerada una ciencia, he encontrado una demostración realmente admirable, pero la extensión permitida a este artículo es muy pequeña para ponerla. No obstante ello, basta ver la evolución de la contabilidad desde Luca Paccioli hasta las actuales Normas de Información Financiera, para saber por qué la valuación no es tan simple como una mera técnica.
Ya adentrándonos en este tema, para determi¬nar si la valuación es una ciencia o no, tenemos que saber primero que es una ciencia. Para esto, y sin que pretenda ser el presente artículo un análisis profundo ni mucho menos, debemos entender el concepto de ciencia, y cuáles son las características que debe tener determinada conducta humana, a fin de ser considerada tal. Para lo anterior, es útil recurrir a uno de los mas grandes estudiosos del tema, me refiero al maestro argentino Mario Bunge, quien habiendo escrito más de cuarenta libros sobre diversos aspectos de la ciencia, es en su libro La ciencia, su método y filosofía, donde sintetiza la esencia de esta materia. Así, el mencionado autor considera que la Ciencia se puede caracterizar como un conocimiento racional, sistemático, exacto, verificable y por consiguiente falible. En este concepto, perfectamente cabe la valuación, ya que a lo largo del tiempo y de su evolución, han ido apareciendo conocimientos sobre la estimación del valor de las cosas, los cuales poco a poco han ido recibiendo una sistematización, y constituyen una serie de principios y metodologías verificables y que nos dan "una verdad", que es, al igual que la de todas las ciencias, hasta nuevo aviso.
La valuación es una ciencia fáctica (se ocupa de los hechos), como lo son la física o la economía, y para su desarrollo se ocupa de las ciencias formales (cuyo objeto de estudio son entes ideales) que son la lógica y las matemáticas. Al ser la valuación, una ciencia fáctica, para confir¬mar sus conjeturas necesita de la observación y/o el experimento. Tiene que observar al sujeto valuable, así como sus comparables, y comprobar distintos supuestos, para intentar descubrir en qué medida sus hipótesis se adecuan a los hechos. Únicamente después de que los principios, enfoques y metodologías pasan las pruebas de la verificación empírica, se puede considerar que un enunciado es adecuado a su objeto, es decir, que es verdadero, y aún así, como lo hemos dicho, hasta nuevo aviso.
Solo la experiencia en la valuación nos puede decir si las hipótesis que manejamos, relativas a cierto grupo de hechos materiales son adecuadas o no; pero la experiencia no garantizará que la hipótesis en cuestión sea la única verdadera, solo nos dice que es probablemente adecuada, sin excluir por ello la posibilidad de que la experiencia posterior de nuestro gremio pueda dar mejores aproximaciones en la construcción conceptual de la realidad que observamos.
En síntesis, el conocimiento fáctico que tenemos en los conceptos de valuación, aunque racional, es esencialmente probable; es decir, la inferencia científica que tenemos, es una red de inferencias deductivas (demostrativas) y plausi¬bles (inconcluyentes).
Los rasgos esenciales de la ciencia de la valuación, así como los de todas las ciencias de la naturaleza y de la sociedad, son para Bunge la racionalidad y la objetividad.
Por racionalidad se entiende:
a) que está constituido por conceptos, juicios y raciocinios, y no por sensaciones, imágenes, pautas de conducta, etc. Si bien, al hacer ciencia, el valuador percibe y se forma imágenes, el punto de partida y su punto final, son ideas.
b) que esas ideas pueden combinarse de acuerdo con algún conjunto de reglas lógicas, con el fin de producir nuevas ideas, es decir, una inferencia deductiva.
c) que esas ideas sobre valuación no se amonto-nan sin orden alguno o simplemente en forma cronológica, sino que se organizan en sistemas de ideas, esto es, en conjuntos ordenados de proposiciones.
La objetividad implica:
a) que concuerda aproximadamente con su objeto de estudio, es decir, que busca alcanzar una verdad fáctica.
b) que verifica la adaptación de las ideas a los hechos, recurriendo a la observación y al experi-mento.
Ambos rasgos de la valuación, la racionalidad y la objetividad van de la mano en todo momento y se pueden hallar en las características que Bunge da a las ciencias
fácticas, las cuales son aplicables por completo a la valuación: